martes, 6 de diciembre de 2011

Este alma.

Habría que suicidarse mil veces
para explicar cada muerte,
las estocadas al alma,
las tristezas que no son
capricho.
Habría que ser de acero a veces
porque el mundo inherte
no regala calma
porque no se elige nacer
y se viene,
a vivir,
pero sobre todo a sufrir.
La mar de las veces,
el alma en pena de ser
abandonado
por ese creador hilrante
y despiadado
diambula por laberintos sin suerte.
No se elige nacer
y eso es decreto
no importa la amplitud
no importa la inteligencia,
no hay misterio
no hay secreto.
Este yo que se construye
no lo tomó como opción,
siente más de lo que
dice
y su silencio
en su sufrir
marca el seguir siendo complice
en una vida que
se erige y que se elige
vivir y no vivir.

domingo, 2 de octubre de 2011

Mudismo.

Es un cierto juego de escondidas,
una búsqueda sin precedentes,
una cuenta siempre pendiente,
mientras tengamos vida.
Las preguntas siguen resonando,
y el silencio al oído aturdido
le dice que ese ser ha enmudecido
pero aún así sigue escuchando.
Y quizá sea un laberinto eterno,
una tortura o una prueba
un regalo o una nada o una nueva
puerta de entrada al mismo infierno.
Confundí con falsa modestia
la afirmación de la ignorancia,
y ahora veo como arrogancia
ser algo más que las bestias.
Lindo lío este,
intrincado,
arduo y olvidado,
quizá
valdrá lo que cueste.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Reloj

Para todos ese reloj es comodidad
es distinguir noche y día,
es ver las horas pasar.
Para mí es solo ironía,
porque ese reloj cuenta hacia atrás.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Los días contados.

Lo primero que sintió fue lastima. No importaba qué tanto le dijeran que lo hacía con una dignidad y una aceptación envidiables, desde que la vio, sabía que tenía los días contados. Su monólogo interior no dejaba de repetirle, como una canción mal grabada, que conocer a una persona en sus últimos días era una cosa demasiado triste. En la paz de sus ojos veía el brillo de una existencia que se consumía, de un ser entregado a la muerte, de un reloj que se marchitaba en una cuenta regresiva. Aún así, más por piedad que por verdadero agrado, la saludó con una sonrisa, apretando la comisura de los labios para olvidar su calvicie semi cubierta por un pañuelo verde, sus ojeras de días agónicos, y los machucones que se dispersaban con tonos violetas y grises a lo largo de los antebrazos.

Se sentó en otra mesa, con otros invitados, gente que conocía, aunque poco, pero no dejó de mirarla. Ella se presentaba como un símbolo de dolor, y de decadencia, era un ser lastimoso, a pesar de su tranquilidad y su sonrisa, porque todos las que la rodeaban sabían que iba a morir. La imaginó con un cabello largo y oscuro, y con un vestido brillante. Era bella a pesar de sus desdichas, pero estaba condenada.

De reojo, toda la noche la tuvo en su mirada. Pobrecita, iba a morir. No había en su futuro las risas de los hijos, que él imaginaba en el propio. No existían los planes a largo plazo, las postergaciones, los restrasos, el sopor matinal libre de la culpa que sabe que lo de hoy es posible de ser dejado para mañana. No era posible la ilusión, y la esperanza había sido cuidadosamente abandonada en la puerta de aquel infierno. La miraba porque no podía dejar de compadecerla. Un ser para la muerte, que sabía que iba a morir. Pobrecita. Él, en cambio, desperdiciaba su vida en planificaciones infértiles, en sueños de cambio y en minutos sobrantes.

Terminó la fiesta. Todos se retiraron y él, absorto en sus pensamientos, emprendió el retorno a su casa con un humor trastocado. Quizá ella después de todo era un ejemplo. Con ganas de respirar el aire nocturno, de cuidar los detalles insignificantes, de abrazar amigos, revivir viejos conocidos, se dibujó una sonrisa en la cara y se sintió satisfecho de las posibilidades. Dobló la esquina con una sensación que le llenaba el alma, que le brindaba casi milagrosamente un impulso vital olvidado, pensó en Horacio y dijo en susurro 'Carpe Diem' y sonrió. Esa calle oscura y silenciosa, sin embargo, no le advirtió que aquella noche, él, como todos, era también un ser con los días contados.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Dios.

Claro que te culpo, Dios,
por la muerte,
por la miseria,
por el dolor.
Si no a vos
a quién;
porque lo hiciste
a propósito
nos diste la razón
y un acertijo que esta
no puede resolver.
Pecamos,
decís,
y nos creas así,
tan nada,
con una facultad
que abarca
tu creación.
No me hables
de decepción,
de perdón,
de rezo,
de redención;
porque te culpo
te culpo a vos,
que fue tu mente
quien nos pensó.

Para qué.

No entiendo esto,
no entiendo,
para qué venir a sufrir,
con el tiempo que hiere,
con lo que duele ser feliz.
Para qué para qué
vivir y no morir,
para qué la esperanza
que deja el alma arañada,
por qué el ser
y no más bien la nada.
Muy lindo el sol,
los amigos
y la risa,
pero todo traspasado
por el dolor,
las despedidas
y las prisas.
Espero el momento
en que un grito al cielo
despierte
a este dios aletargado,
para que mire a sus
desperdicios
y se de cuenta
desde cuándo los tiene
abandonados.

Cuando te vi/eo

Entre las nueve y las nueve y media,
no pasa nada.
Ni cerca de lo que pasa entre las ocho y cero
y las ocho y dos.
Los primeros son minutos perdidos,
insulsos,
amargos, o ni siquiera,
minutos largos,
que nadie quisiera,
minutos de nada,
minutos de espera.
Pero los otros dos,
esos minutos entre que te vi
y te pensé,
entre que fuiste mío
y te perdí,
esos minutos que te sentí,
que te viví,
que te deseé,
esos que valen oro,
que todo el mundo quiere tener,
esos minutos son vida,
son el único tiempo
que nunca jamás se olvida.

Redención.

Para María del Carmen.

Hay un tiempo para esperar,
y un tiempo
para apretar los ojos
bien fuerte
y desear,
desear no haber nacido.
Un momento para arrancarse
la cabeza
del cuerpo,
y tantos momentos
para tenerla bien puesta.
Hay un tiempo,
un tiempo un tiempo un tiempo,
o varios.
Tantos como marque el reloj.
Un momento para disfrutar,
reír, sonreír, gozar,
e instantes de contemplación,
de nada,
de demasiados,
de quietismo, mudismo,
asombro,
de rabia, de rabia.
Y todos esos es un uno,
¿y es mucho, no?
Y aunque a veces no se entienda,
y aunque parezca capricho,
o a lo que se era
ni se haga alusión,
en una nueva obra,
en una nueva hora,
siempre hay un tiempo
de redención.

martes, 2 de agosto de 2011

Amanece y no es poco.

Tras la desilusión,
tras el miedo,
la locura,
y el desasociego,
tras la ciudad y su alboroto
amanece y no es poco.
Se ilumina el mundo
cada cientos de minutos,
giramos
giramos
giramos
y la luz nos guía;
cuando el corazón está roto,
amanece y no es poco.
Se difuminan
las tinieblas,
las soledades,
la muerte,
y para el que aún sigue loco,
amanece
y no es poco.

Poema

No soy un autor que dice,
no un subalterno que calla,
no letrado que canonice,
no un esclavo que da batalla.
Sin ser yo ni yo lírico,
no soy ficticio ni real,
no soy parte de lo onírico,
ni dios ni hombre ni animal.
Soy cada una de estas letras,
palabras, parte de un idioma,
un nada que esconde detrás
ese todo que allí se asoma.
Y sin embargo este absurdo
que roza tan la locura,
supera este mundo burdo
y es creatura de creatura.

Ser.

Sonríe o muere,
sueña o muere,
siente o muere,
siembra o muere,
sé o muere,
vive y muere.

lunes, 1 de agosto de 2011

Voz



"La rebeldía es la virtud
original del hombre"

Arthur Schopenhauer.


Dejame ser desde lo prohibido,
lo que no querés oir,
lo que solo te puedo decir
desde lo que está permitido.
Quiero ser el reloj que a gritos
y sin un sonido diplomático
te despierte del sueño dogmático,
en que tu sólo mito es permitido.
Mirame y decime con argumentos
que aquello que defendés con encono
esconde algo más, tras el serio tono,
que tus ignorantes lamentos.
Prefiero ser iconoclasta,
y no como vos, con tu dialecto
que dice lo políticamente correcto,
discurso que casi nunca basta.
Y no hago de mis ideas apología,
solo defiendo la tolerancia,
palabra que en tu ideología rancia
mata mi mágica rebeldía.
Y lo peor es que ahora presiento
que tu reacción de vana ironía
solo será material de elegía
porque mata todo pensamiento.

viernes, 29 de julio de 2011

A la muerte.

Libertaria,
finalizadora.
Todas mis gracias,
mi alabanza sonora,
mi apología precaria,
mis audacias,
te entrego;
sin un ser
o un quiero
no quiero.
El disfrute,
el tiempo,
cada palabra,
cada risa,
la esperanza que se labra,
lo que al corazón inmute,
sos,
oh, pitonisa,
claraoscura
tierna y dura.
Llévame sin un reproche,
alimenta la ironía
de desearte cada día
y temerte cada noche.


lunes, 20 de junio de 2011

Miedo.-

Tengo miedo,
y lo digo desde un
lugar común.
Miedo,
que me congela,
que me distrae,
que me da vida,
que me desvela.
Sin ti y contigo,
la amarga sensacion se manifiesta
y no me deja
y no la dejo.
Tan común y tan poco,
porque está,
y no debe no estar.
Tan de todos
y tan mío
tan, tan, tan.
Miedo,
al final,
al tan, tan, tan,
a lo último,
a lo que no va a estar.

Callejón

Camino por un tiempo infinito
y sé que en esta calle,
hubo un día un valle,
y ahora miro un horizonte finito.
A mi logos lo vence el mito
espero a que el mundo estalle,
que la duda por fin calle,
para mi nada está escrito.
Esta calle que recorro ahora
existe, porque yo quiero,
surge de mi afán sincero
de que no sea 'ora et labora'.
Soy porque quiero ser
y no porque pienso,
no estoy trazada en un lienzo,
creo y quiero no creer.
Y lo eterno tiene el poder,
porque soy creatura y finita
a menos que el mundo exista
solo si quiero querer.

Sobre ruedas

Sobre la puerta del fondo
hay un lugar más.
Siempre hay lugar más
al fondo;
es como cavar en las paredes
de un túnel.
Un paso, otro paso,
y el de al lado te agobia.
Una lata de gentes,
donde conviven
mis miserias,
sus palabras,
sin cu ni eses,
nuestros seres.
Apretados en un monstruo,
que rueda,
nos regalamos
miradas,
muecas,
nadas.
Y convivimos y terminamos
porque en alguna parte,
que sin serlo es el destino
todos bajamos.

No sé.-

No quiero deber,
ni quiero querer.
Ni ser león, ni niño.
No quiero ser supermujer,
ni super- yo.
No quiero querer,
ni quiero deber,
nada.
No quiero poder,
quiero entender.
Yo no sé
si alguna vez
quise ser.

Infinitum.

Pensalo así:
el infinito no tiene límites,
no lo puedo medir,
no tiene extensión,
o sí.
Y me importa porque yo,
el que escribe
en este momento,
no lo soy,
o no.
Jardines, y flores,
y cielos, y estrellas,
y rojos
y antojos,
triunfos y despojos,
¿qué puede el hombre
agregar a la obra de un dios?
Si este ser pequeño y pobre
crea otro,
y otro, y otro,
otro,
no merece galardón,
su todo es poco,
su mundo es finito.
Y quizá sea parte de un todo
que se desarrolla en la historia,
cuya historia y memoria,
son una nada,
en ese todo.
Y quizá sea un todo en una nada,
sin ser,
sin tiempo,
sin pasto ni alborada,
que no ve,
porque no tiene qué;
solo sé que yo no sé.

Del silencio.-

“El silencio es el ruido más fuerte,
quizás, el más fuerte de todos”.
Miles Davis.



Sin ser verso, ni estrofa, ni poema,
estas nadas son silencios.

Se dice más de lo que se dice,
cuando se calla.
Dicen las palabras
lo mismo,
más,
o lo mismo,
que el silencio,
silencio,
sí…
Ruidos, que son ruidos,
por el silencio.

No son estrofas,
son vacío,
vacío,
silencio.
No se dice
nada
y
se dice
todo.