viernes, 24 de septiembre de 2010

Boomes.-

Nada. Una partícula. Algo.
El vacío llenándose de sentidos.
Espacio-tiempo. Ser. Rumor vago.
La eternidad y solamente un testigo.
Dos, tres, seis, tres mil trescientos treinta y nueve,
un Uno al que todo todos esos le deben.
Paz. Intereses. Maldito hado.
Codicia, poderes, usuras y olvidos.
Míos y tuyos causan estragos.
Ruido, gritos, muerte, ningún alma, ruido.
Estruendo y brillo de alborada,
algo, alguna partícula, nada.

Magia de un sueño.-

¡Qué libertad se siente estando solo entre el cielo y el suelo! ¡qué miedo! ¡qué soledad!
Mirando el etereo infinito y pensando que solo un corazon palpita dentro de este pecho...y fuera de él.
Temiendo a cualquier cosa que se mueva a nuestro al rededor,
porque todo es una amenaza, porque todo nos provoca más y más miedo...
Hasta que un tren, lejano, ruidoso, nos despierta de la mística ensoñación. Sus vagones iluminados con un brillo amarillento, arrastrados por la misma fuerza, pasan a gran
velocidad frente a nuestro ojos. Pasan, como si una inmensa linea curva comenzara de pronto a brillar en el horizonte. Pasan, aturden, y luego desaparecen, dejando solo el zumbido de un instante que no fue.
Y vuelve la soledad, la soledad que seguia alli, pero que ahora vuelve. Y el cielo, y el suelo, y un alma. Y el inmenso mar, y la oscuridad y un alma, y soledad, simplemente soledad.

Lágrimas de cocodrilo.

Quería siempre lo mismo,
quería pero no quiero más.
Da igual al borde del abismo
el lugar donde ahora estás.
El aire enfría las ideas,
el vacío amortigua,
no importa que solo sea
la misma historia antigua.
El mar de miedo y de lágrimas
ya no sirve de colchón,
en unas existencias lánguidas
que laten sin corazón.
Quizá en lo desmembrado
se aúne al fin el ser.
Quizá ese espíritu olvidado
al fin logre trascender.
Y ahora en esta inmediatez
sólo pienso en la hipocresía,
ya no en las tardes o los días,
ya sólo en ese último revés.

En sepia

Me hubiera gustado vivir
en esa época en que todas
las cosas eran amarillas.
Las luces ahora brillan,
y alumbran solo modas,
y nada porque morir.
Quizá, simplemente hablar
pronunciando la palabra
sagrada, pero en silencio.
Reordenar el colecticio

solo para que se abra
una ínfima puerta para pasar,
ese umbral de tiempo;
porque el tiempo son palabras
que a veces se pronuncian.
Los demás colores no anuncian
el triste otoño detrás,
cuya llegada presiento.