domingo, 19 de agosto de 2012

De leer.

Si fuera de escritura y rescritura, 
de memorias de papel amarillo, 
de ideas que se ensablan como anillos, 
y de absortos instantes de lecturas,
qué más daría.

Si el tiempo, de minutos insurgentes,
atónito suspendiera su injuria,
dejara de ver la vida con furia,
no abría ya más causas urgentes, 
no dolería.

Si ya no fuese un tan triste proyecto,
predicara mi albedrío y libertad
en mi tan humano y paupérrimo altar,
sin marcas de tinta con lo correcto
ya no sería.

Si me leyeran como yo me leo,
polvo, con ese aroma a trascendencia,
no caería en  franca decadencia,
no más prisión ilusa de Morfeo,
no más letras.

martes, 6 de diciembre de 2011

Este alma.

Habría que suicidarse mil veces
para explicar cada muerte,
las estocadas al alma,
las tristezas que no son
capricho.
Habría que ser de acero a veces
porque el mundo inherte
no regala calma
porque no se elige nacer
y se viene,
a vivir,
pero sobre todo a sufrir.
La mar de las veces,
el alma en pena de ser
abandonado
por ese creador hilrante
y despiadado
diambula por laberintos sin suerte.
No se elige nacer
y eso es decreto
no importa la amplitud
no importa la inteligencia,
no hay misterio
no hay secreto.
Este yo que se construye
no lo tomó como opción,
siente más de lo que
dice
y su silencio
en su sufrir
marca el seguir siendo complice
en una vida que
se erige y que se elige
vivir y no vivir.

domingo, 2 de octubre de 2011

Mudismo.

Es un cierto juego de escondidas,
una búsqueda sin precedentes,
una cuenta siempre pendiente,
mientras tengamos vida.
Las preguntas siguen resonando,
y el silencio al oído aturdido
le dice que ese ser ha enmudecido
pero aún así sigue escuchando.
Y quizá sea un laberinto eterno,
una tortura o una prueba
un regalo o una nada o una nueva
puerta de entrada al mismo infierno.
Confundí con falsa modestia
la afirmación de la ignorancia,
y ahora veo como arrogancia
ser algo más que las bestias.
Lindo lío este,
intrincado,
arduo y olvidado,
quizá
valdrá lo que cueste.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Reloj

Para todos ese reloj es comodidad
es distinguir noche y día,
es ver las horas pasar.
Para mí es solo ironía,
porque ese reloj cuenta hacia atrás.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Los días contados.

Lo primero que sintió fue lastima. No importaba qué tanto le dijeran que lo hacía con una dignidad y una aceptación envidiables, desde que la vio, sabía que tenía los días contados. Su monólogo interior no dejaba de repetirle, como una canción mal grabada, que conocer a una persona en sus últimos días era una cosa demasiado triste. En la paz de sus ojos veía el brillo de una existencia que se consumía, de un ser entregado a la muerte, de un reloj que se marchitaba en una cuenta regresiva. Aún así, más por piedad que por verdadero agrado, la saludó con una sonrisa, apretando la comisura de los labios para olvidar su calvicie semi cubierta por un pañuelo verde, sus ojeras de días agónicos, y los machucones que se dispersaban con tonos violetas y grises a lo largo de los antebrazos.

Se sentó en otra mesa, con otros invitados, gente que conocía, aunque poco, pero no dejó de mirarla. Ella se presentaba como un símbolo de dolor, y de decadencia, era un ser lastimoso, a pesar de su tranquilidad y su sonrisa, porque todos las que la rodeaban sabían que iba a morir. La imaginó con un cabello largo y oscuro, y con un vestido brillante. Era bella a pesar de sus desdichas, pero estaba condenada.

De reojo, toda la noche la tuvo en su mirada. Pobrecita, iba a morir. No había en su futuro las risas de los hijos, que él imaginaba en el propio. No existían los planes a largo plazo, las postergaciones, los restrasos, el sopor matinal libre de la culpa que sabe que lo de hoy es posible de ser dejado para mañana. No era posible la ilusión, y la esperanza había sido cuidadosamente abandonada en la puerta de aquel infierno. La miraba porque no podía dejar de compadecerla. Un ser para la muerte, que sabía que iba a morir. Pobrecita. Él, en cambio, desperdiciaba su vida en planificaciones infértiles, en sueños de cambio y en minutos sobrantes.

Terminó la fiesta. Todos se retiraron y él, absorto en sus pensamientos, emprendió el retorno a su casa con un humor trastocado. Quizá ella después de todo era un ejemplo. Con ganas de respirar el aire nocturno, de cuidar los detalles insignificantes, de abrazar amigos, revivir viejos conocidos, se dibujó una sonrisa en la cara y se sintió satisfecho de las posibilidades. Dobló la esquina con una sensación que le llenaba el alma, que le brindaba casi milagrosamente un impulso vital olvidado, pensó en Horacio y dijo en susurro 'Carpe Diem' y sonrió. Esa calle oscura y silenciosa, sin embargo, no le advirtió que aquella noche, él, como todos, era también un ser con los días contados.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Dios.

Claro que te culpo, Dios,
por la muerte,
por la miseria,
por el dolor.
Si no a vos
a quién;
porque lo hiciste
a propósito
nos diste la razón
y un acertijo que esta
no puede resolver.
Pecamos,
decís,
y nos creas así,
tan nada,
con una facultad
que abarca
tu creación.
No me hables
de decepción,
de perdón,
de rezo,
de redención;
porque te culpo
te culpo a vos,
que fue tu mente
quien nos pensó.

Para qué.

No entiendo esto,
no entiendo,
para qué venir a sufrir,
con el tiempo que hiere,
con lo que duele ser feliz.
Para qué para qué
vivir y no morir,
para qué la esperanza
que deja el alma arañada,
por qué el ser
y no más bien la nada.
Muy lindo el sol,
los amigos
y la risa,
pero todo traspasado
por el dolor,
las despedidas
y las prisas.
Espero el momento
en que un grito al cielo
despierte
a este dios aletargado,
para que mire a sus
desperdicios
y se de cuenta
desde cuándo los tiene
abandonados.